En mi terapia…. ( carta de una paciente donde explica cómo vive la terapia en el Instituto PSICODE)
Estás en un momento de tu vida en el que sabes que si no pides ayuda te quedarás estancada. No hay nada que te reconforte y sabes que eres infeliz. Quieres cambiarlo y finalmente decides acudir a Psicode. ¿Por qué? Consejo de una amiga en la que sabes que puedes confiar. “A mí me está ayudando mucho”.
Al principio resulta algo complicado confiar tus problemas a un desconocido. Sin embargo, sabes que es un profesional, y que hará todo lo que esté en su mano por ayudarte. Poco a poco empiezas a poder poner etiquetas a lo que te ocurre. Ansiedad social. Disonancia cognitiva. Poca auto-eficacia percibida. Falta de autoestima. Pensamientos ysidoros. Y te percatas de que no eres la única persona a la que le pasa esto, y de que existen métodos para curar lo que tú pensabas que era un problema crónico. Algunos pasos son más sencillos. Exposición. Evitar pensamientos excusa. Otros pasos te resultan tan complicados que preferirías estar participando en un triatlón.
¿Cómo convertir pensamientos negativos en positivos? ¿Cómo sentirte aceptada? ¿Cómo explicarle a tu cerebro –el maldito lleva 2 años insistiendo en que no mereces la pena- que eres fuerte?
Semana tras semana te das cuenta de que la terapia está teniendo efecto. Eres capaz de enfrentarte a situaciones sociales con menos ansiedad. Eres capaz de acallar los pensamientos negativos con un simple “No seas pesada” o “No empieces otra vez”. Eres capaz de sentirte integrada y aceptada.
Sin embargo, hay algo que te persigue y de lo que no consigues desprenderte. Estos sentimientos han aparecido porque tus amigas te dejaron de lado en una situación que no era del todo fácil. Y cada vez que piensas en ellas y en lo que ocurrió sientes unas intensas ganas de llorar, y eres incapaz de poner en práctica lo que has aprendido durante las sesiones. Las sensaciones que te provocan están ancladas en algún lugar profundo. No sabes dónde, pero sabes que están ahí. Y ese es el problema. Pensar en ellas te llena de ansiedad y tristeza, y lo peor es que no encuentras una razón satisfactoria para explicar tu sufrimiento.
Así que tu psicóloga decide usar una técnica que parece ser muy útil en estas situaciones. EMDR. Eye Movement Desensitization and Reprocessing. Te suena a chino mandarín pero por qué no probarlo.
Te explica que consiste en lo siguiente. El objetivo es que reproceses la información que te condujo a un suceso que te ha resultado traumático. Tienes que encontrarle una explicación para poder liberarte de las sensaciones que te provoca. Durante la aplicación del EMDR tendrás unos cascos con música que está destinada a activar los dos hemisferios cerebrales; así, no solo tendrás activada tu parte sentimental, sino también tu parte lógica.
Bueno, entonces empecemos. Música relajante y tú tumbada en el sofá. Comienzas a pensar en la imagen que te provoca tanta tristeza y ansiedad (un 8, redondeando) y lo que tenía pinta de siestecita se convierte en mar de lágrimas. Te centras en la imagen, en las sensaciones que despierta, en cómo has llegado hasta allí. Tus palabras son “Soy una cobarde por no haber podido enfrentarme a una situación tan simple. Perdí a mis amigas y no hice nada por solucionarlo”.
Muchos pensamientos rodean la imagen y se van manifestando. “Estaba en un mal momento y ellas no me apoyaron”. “Hablaban mal de mí y eso me hacía daño”. “Pretendían que ocupara todo mi tiempo con ellas”. Así que, mira por donde, no todo fue por tu culpa. “No quiero ser rencorosa, pero no quiero darles una segunda oportunidad”. “No soy rencorosa, es que realmente no se merecen una segunda oportunidad”. “Quizás tuve que sufrir tanto para darme cuenta de que no merece la pena tener amigos así”. “Fuera cual fuera el camino que hubiera tomado, el final habría sido igual, y ya no seríamos amigas”. “No fui cobarde, en realidad fui valiente al ver que me estaban haciendo daño y querer separarme de ellas”. Mmm…Así que no eres cobarde, te enfrentaste a una situación difícil, desobedeciendo las normas convencionales.
Parece que esta situación, en definitiva, te ha traído cosas buenas, ¿no? “Ahora podré conocer a gente nueva, empezar de cero, y elegir mis amigos con más cautela.”
“Soy fuerte, soy fuerte soy fuerte”. Es el pensamiento que te invade al final de la sesión. Claro que sí, porque tú lo vales 🙂
Generalmente, al finalizar las terapias, les pedimos a nuestros pacientes que nos escriban unas breves notas sobre qué les ha parecido la terapia y el por qué de su felicidad. En este blog aparecen algunas de esas cartas que los pacientes nos envían, a los cuales les estamos muy agradecidos por confiar en nosotros.
Gracias M. por la carta que has escrito, se nota que estas mejorando muchisimo y que realmente prestas muchisisma atención a las cosas que trabajamos, guauu me he quedado fascinada de como lo retienes todo!! un abrazo enorme
Marina García
Gracias M!